PROSERPINA NO LLEVABA CORBATA.
Mucho tiempo pensé que trabajar
entre hombres era divertido, lleva un tiempo entender sus códigos, pero una vez
que traspasas la barrera y consigues que te hablen sin mirarte al escote, eres
consciente que has conseguido ser un igual, o al menos eso quieres creer. Es
duro reconocerlo, pero una mujer tiene que conseguir el respeto de sus
compañeros y para ello tiene que demostrar muchas más cosas de las que tendría
que demostrar un hombre en el mismo puesto. Se nos exige profesionalidad,
dedicación, agudeza y fuerza en la toma de decisiones y de algún modo no
escrito, tenemos que ir dejando claro a cada paso que podemos hacerlo sin pasar
por la cama de nadie, que lo hacemos con la misma facilidad que un asado o una
compota de manzana, sin “empujoncitos” innecesarios.
Cual metáfora del rapto de Proserpina, la vida de la mujer directiva se divide
entre el trabajo y el hogar. Cuando se dirige a su trabajo se transforma en la
profesional que debe demostrar tras cada decisión que es la correcta y que está
adecuadamente preparada para dar lo que se pide de ella, que es capaz de hacer
lo que haría alguien con corbata, sin despeinarse y sin que se le corra el
maquillaje y cuando vuelve a casa y se quita los tacones, se transforma en la
dulce Proserpina, dispuesta a aliviar un resfriado a besos mientras prepara una suculenta sopa y canta
la canción de moda en el Clan. Y todo por el mismo precio.
No voy a hablar de lo difícil que le
resulta a una mujer llegar a ocupar puestos de responsabilidad, ni tampoco de
los ya manidos porcentajes de representación, ni siquiera de los días de más
que tenemos que trabajar para obtener el mismo salario, tan de moda en el
último informe sobre brecha salarial. En un día tan importante para todas
nosotras, me voy a permitir el lujo de hablar del día a día de miles de mujeres
que tienen que conjugar milimétricamente su vida personal y profesional.
Yo no sé cómo habrán llegado la mayoría
de hombres a puestos de responsabilidad, lo que si se es que nadie cuestiona,
en la mayoría de los casos, si ha tenido que visitar alguna alcoba, a pesar de
mostrar una incompetencia clara en la consecución de sus objetivos. Lo que si
se, es la cantidad de veces que he tenido que esquivar propuestas alejadas de
una relación profesional y poner mayor empeño para ser tomada en serio. Tus
propuestas tienen que ser brillantes, sin fisuras, sin atisbo alguno de error
porque si no es así, siempre llegará un compañero que con menos esfuerzo o
tomando unas cervezas conseguirá que su idea cale. Y no es que no nos guste
tomar cervezas, ¡qué va! es que en ese momento nos dirigimos a toda velocidad
hacia nuestro hogar donde tenemos un importante proyecto que sacar adelante
llamado Familia.
Ese si que es un trabajo con mayúsculas,
en el que somos médicos, chef, profesoras, psicólogas y hasta adivinas (siempre
tienes que saber donde está todo) y que curiosamente no es tenido en cuenta. A
ninguna de nosotras se nos pasa por la cabeza incluir cualquiera de estas
habilidades en nuestro CV y creedme estamos sobradamente preparadas para
manejar presupuestos imposibles, gestionar RRHH (con y sin mocos), tomar
decisiones difíciles y trazar planes estratégicos a corto, medio y largo plazo.
Afortunadamente muchas de nosotras
contamos con parejas que comparten estas responsabilidades, que se esfuerzan
porque ocupemos un papel de iguales en la familia, que entienden nuestras
necesidades y que apuestan por nuestro papel en el mercado laboral, aunque hay
que reconocer que un abrazo de madre no se puede comparar con nada en el mundo.
Sin corbata ni tacones, esa es la huella
que me gustaría dejar, la de una MUJER, capaz de conseguir lo que se proponga.
Proserpina.
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