MUJERES EN LUCHA, AYER, HOY Y POR SIEMPRE.
A estas alturas de la crisis en el país,
creo que no es difícil de defender que el origen de la misma, y el progresivo
empeoramiento de las condiciones de vida de las mayorías sociales, no responde
a un misterio de la ciencia, ni un accidente natural que no podíamos prever ni
evitar.
La realidad, más que obvia, es que no todo
el mundo sufre igual la crisis, incluso que aquellos que se beneficiaron de las
grandes épocas de bonanza siguen beneficiándose hoy del expolio de lo común,
mientras el común de la gente endeudó su vida para poder acceder a derechos
fundamentales como la vivienda y aún hoy, cuando no tiene trabajo ni
posibilidad de encontrarlo, se encuentran abandonados a su suerte, desahuciados,
endeudados de por vida, y sin un sólo
poder público que los ayude a no caer en la absoluta miseria.
Ante este drama cotidiano cuesta mucho dar
respuesta a la pregunta de cómo hemos llegado hasta aquí, de cómo hemos pasado
de ser un país próspero a ser un país
donde las familias no pueden garantizar el alimento a sus hijos e hijas. Pero
es simple. Las mayorías sociales hemos permitido, hemos consentido que una
casta minoritaria gobierne lo de todos en beneficio exclusivo de su clase. Lo
ha dicho Susan George en una entrevista magnífica en la Marea "ya no se
puede llamar crisis, es un capítulo más de la lucha de clases"
Esa que parecía haber muerto con el fin de
la Historia y el aparente triunfo de la
democracia del mejor de los mundos posibles, donde parecía que todo el mundo
era feliz y todo el mundo estaba de acuerdo con que el mundo fuera así.
El consentimiento social es la clave de las
democracias liberales, que la mayoría respalde las decisiones de un gobierno y
emita un voto que les de la mayoría parlamentaria es clave para acceder el
poder en democracia. Pero ese consentimiento, ese respaldo expresado en votos,
dicen los expertos en la materia, que no responde a decisiones racionales
basadas en la evaluación exhaustiva de las ofertas y comportamientos políticos
de los partidos en contienda. Responde a muchas otras variables, más
relacionadas con la emoción que con la razón. Unas emociones que son
manipulables, que pueden conseguir generar una opinión colectiva
que no soporte un contraste razonado con la realidad.
Una de las emociones más poderosas, y que
mejor maneja el poder, es el miedo. El miedo, ese instinto básico que nos
garantiza la supervivencia porque nos pone en alerta ante riesgos que amenazan
nuestra vida o nuestro bienestar, manejado adecuadamente puede convertirse en
el mayor enemigo de las personas y las sociedades, puede conseguir que
avanzamos con paso firme a nuestra propia destrucción.
El miedo, esa es la base del sistema de
dominación que es el capitalismo. Miedo a perder el trabajo, a no poder
alimentar a tu familia, miedo de que te priven de la libertad, miedo físico o
emocional a la humillación y degradación, el miedo que hace demasiado tiempo
que sólo siente quienes están pagando la crisis.
El miedo que se le metió hasta el
tuétano a esta sociedad cuando perdimos
la guerra y que aún hoy atenaza a buena parte de la población, un miedo que no
sintieron nuestras abuelas cuando tuvieron que defender la democracia frente a
los golpistas que nos robaron el sueño colectivo de ser un país
mejor.
Este 8 de marzo, en el que tenemos tanta
urgencia de perder el miedo, quiero aprovechar la invitación de jóvenes IU de Parla a escribir este artículo para
hacer un homenaje a nuestras abuelas, y lo quiero ejemplificar en una mujer que
no es mi abuela biológica, pero desde
luego es mi abuela política, la mía y la de todas las mujeres de IU Rivas.
Obra original de Javi Larrauir, de la serie mujeres republicanas |
Vicenta, como otras tantas mujeres en este
país ha sido demasiado tiempo anónima, y por tanto, no les hemos agradecido
suficiente su labor, su anónima contribución a que este país mantuviera la
dignidad.
No les fue fácil, eran minoría, tenían todo
en contra, pero no tuvieron miedo porque la determinación en sus convicciones,
en que hacían lo correcto, les permitió asumir lo que viniera con la cabeza
alta, porque querían poder decir, como hoy debemos reconocerles; nosotras no
nos quedamos de brazos cruzados, nosotras los dimos todo por lo que creímos un
ideal justo y noble.
Es por esta determinación por lo que hoy mujeres como yo, como su nieta,
como sus hijas, como su nuera, podemos seguir soñando con un país mejor, y
luchando por conseguirlo, a ella, a todas ellas les debemos honrar su lucha,
luchando hoy, para poder decir, también nosotras, lo daremos todo por un futuro
mejor para las que han de venir.
Por ella, por todas las que como ella se lo
jugaron todo por nosotras, este ocho de marzo,
saldremos a la calle, no a los actos institucionales en los que el PP
quiere darnos flores mientras nos roba nuestros derechos, a la calle, a tomar
por nuestros medios lo que no están dispuestos a permitirnos. juntas,
organizadas. Porque la calle es el espacio y la organización es el método que
tenemos las de abajo para luchar contra los de arriba.
Sin miedo, ese miedo social que en el 29 hacía
saltar a los banqueros por las ventanas y en pleno siglo XXI esta asesinando a las familias desahuciada,
una sinrazón que sólo se explica porque no somos conscientes de nuestra fuerza,
de que juntas podemos hacer que el miedo cambie de bando.
Tania Sánchez
Melero
Diputada de
Izquierda Unida-Los Verdes
en la
Asamblea de Madrid
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